domingo, 3 de agosto de 2014

El otro como espejo


Caminamos por la calle y no miramos vidrieras: miramos a quien mira la vidriera, es decir, nosotros. “Esta ropa que elegí me queda ridícula”; “Estoy más gorda”; “Con este traje parezco un actor de cine”… Lo mismo sucede cuando nos probamos prendas en una tienda, o vamos a la peluquería, o elegimos cómo vestirnos antes de salir a la calle. Probamos distintas alternativas… nos miramos, no nos gustamos, nos gustamos… y al día siguiente dejamos de gustarnos.

Desde dónde miramos a quien nos mira en el espejo? Generalmente, desde la mirada del otro. O ni siquiera: desde la mirada que imagino que el otro tendrá sobre mí. Lo cual convierte cada uno de estos instantes (y muchísimos más) en un juego imaginario. Por cómo me imagino que el otro me verá hago ciertas cosas, dejo de hacer otras, me falseo, imposto mi voz, cambio el color de mi pelo, adelgazo, engordo, callo, me doy vergüenza… y ejerzo uno de los temores más limitantes: el miedo al ridículo. El nombre lo dice: miedo a que se rían de mí (de allí “ridículo”). Miedo al juicio. Miedo al rechazo. Miedo al “qué dirán”. 

Cuando éramos bebés, la mirada del otro (los adultos) era, sí, fundamentalun asunto de supervivencia. Si nuestro comportamiento era rechazado, efectivamente, corríamos riesgos severos para una criatura pequeña: ser rechazados, no ser atendidos, no ser cuidados… era quedar en situación de vulnerabilidad total; riesgo de muerte. La zona más primaria del cerebro (el sistema límbico) va generando, entonces, un mecanismo para mirar la mirada del otro y registrar qué comportamientos son los adecuados para que seamos tenidos en cuenta. Y allí se instala este automatismo… que más adelante puede resultar fatal para nuestra real identidad!

Buenas noticias: ahora somos adultos. Pregunto: si yo contara hasta tres, y después de que dijera “tres” se suspendiera en tu programación psicológica el miedo a la mirada del otro (cuyo rechazo ya no te costaría la vida!)… ¿qué te animarías a hacer? ¿Quién serías que aún no te atreviste a ser? Bien: a prepararse…Uno… dos… tres! Ya ves: es nada más que un truco. Seas como seas, para la mirada de algunos resultarás siempre ridículo, evitable, desagradable y muchas cosas más. Y para muchos, querible, deseable, alguien a quien buscar para sentirse bien. Entonces: ¿para qué ser algo distinto de lo que se es? ¿Por qué no animarse a soltar todo ese juego de imágenes?

Hay un vocablo de la Psicología que es “introyección”. Ese mecanismo hace quetomemos como propios aspectos del mundo que nos rodea (palabras, juicios, pensamientos, actitudes…), sin digerirlos, sin pasarlos por nuestro propio criterio.La mirada del otro es un introyecto. Si no la elaboro, si no genero mi propia mirada sobre quién soy, cuando crea que me estoy vinculando conmigo mismo en realidad me estaré vinculando con el “yo” que creí que los demás ven en mí: con una imagen que absorbí del medio… sin hacer contacto nunca mi verdadera identidad!

Cuando una persona se libera de esos introyectos (lo cual se logra  mediante un ejercicio cotidiano de ser leal a uno mismo, empezando por intentar descubrir quién es ese Uno Mismo, más allá de los introyectos) emerge desde el corazón una profunda libertad. El desparpajo de quien ha salido de un laberinto de espejos, y ha comenzado una verdadera relación consigo, y ya no con las imágenes que tejió sobre sí a partir de lo que le dijeron o de lo que imaginó que los demás pensarían sobre él. Qué gracia, qué liviandad, cuántos permisos surgen para serespontáneos! La palabra “espontáneo” deriva de ex pontis: “tender un puente hacia el afuera”. ¿Y cómo tenderíamos un puente hacia el afuera si el “adentro” está habitado por una imagen de sí, en vez de quienes realmente somos? Primero, entonces, hay que tender un gentil puente hacia el adentro!

Ser espontáneos es lo que nos da libertad, y lo que nos permite mirar a los otros en vez de estar pendientes de lo que los otros piensen sobre nosotros. Descreer de las voces introyectadas que puedan habernos descalificado. Mirarnos al espejo… y gustar de eso que vemos, sin narcisismo. 

Quisiera hoy convidar dos cosas sobre este tema: una es un audio de un poema que escribí hace mucho tiempo. Para escucharlo sólo hace falta clickear este link.

Pero aquí va también un texto del querido Rumi (poeta persa del 1200), que nos habla de cuando alguien, alguien muy cercano… nos ve; nos ve tal como somos, y nos ayuda a amar eso que somos y ya no nuestra imagen. Hay un tipo de Amor muy real, infrecuente, que proviene del espíritu, y que, allí sí, hace que el otro nos devuelva partes hermosas de quienes somos, pero que no sabíamos que éramos. Eso ayuda a que reestablezcamos contacto con nuestra Esencia. Pero si esta mirada pura no aparece en nuestra vida (al menos por ahora) somos nosotros mismos los encargados de proveérnosla. Así ha sido siempre. Así es:

El mejor regalo

No tienes ni idea de cuán difícil me fue

encontrar un regalo para obsequiarte.

Nada me pareció correcto. Cuál es el punto

de traer oro a la misma mina de Oro?

O agua al Océano?

Cualquier cosa que pudiera imaginar

era igual que traer especias al Oriente.

Ni siquiera parecía buena idea el traerte mi corazón,

y mi alma, pues los dos ya te pertenecen.

Así que...te traje un espejo. Mira tu reflejo,

y recuérdame cada vez que lo hagas.


(Publicado en la revista Sophia OnLine en noviembre de 2013.)
© Virginia Gawel


6 comentarios:

  1. Que hermoso el diseno del nuevo Blog!
    Felicitaciones Virginia !!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Excelente tu post. Muy profundo, te hace pensar! Voy a compartirlo

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    1. Gracias por tu valoración, Florencia! Un cálido abrazo que te acompañe...

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    2. Siempre son tan interesantes las cosas que compartís que son como caricias o sacudones al alma. Muy claros, muy edificantes.
      Muchas gracias,
      Un beso enorme y también compartiré tus cosas en mi Facebook.
      Claudia

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