domingo, 3 de agosto de 2014

La comprensión de los Sueños y la Inteligencia del Inconsciente


Los sueños a partir de las investigaciones actuales: Hoy en día es mucho lo que se ha investigado sobre el fenómeno del soñar, a partir de distintas disciplinas, tales como la Neurofisiología, la Psicología y la Psiquiatría. Dado que todos los mamíferos sueñan (salvo, curiosamente, el oso hormiguero), los científicos deducen que el soñar ha de ser importantísimo, puesto que la evolución de las especies ha conservado intacta esa función a lo largo de todas sus mutaciones, siglo tras siglo.


     Francisco Varela, biólogo chileno radicado en los Estados Unidos que investiga los puntos de contacto entre la ciencia occidental y el Budismo, declara, en función de estos datos, que ...el sueño con REM [movimiento ocular rápido] es una actividad cognitiva fundamental. Es el lugar donde las personas pueden dedicarse al juego imaginario, probar diferentes argumentos, aprender nuevas posibilidades; un espacio innovador donde pueden surgir nuevas pautas y asociaciones, donde puede reelaborase todo lo experimentado.”
     A partir de todas estas investigaciones, actualmente podemos afirmar que los sueños son:

 - Un mecanismo indispensable para conservar el equilibrio psicofísico (si una persona es privada del soñar, tal como lo muestran diversos experimentos, su salud y su psiquismo comienzan a desestabilizarse).

- Un sistema de reordenamiento de las impresiones que recibimos durante el día (similar al proceso de desfragmentación de las computadoras).

- Un medio interno de ensayar conductas que luego utilizaremos en nuestra vida vigil (tal como decía Jung, los sueños tienen una función motriz, es decir, nos preparan para la conducta cotidiana).

- Un mecanismo de “digestión” o elaboración de material psicológico de fuerte carga emocional.

- Mediante la decodificación de su simbología, los sueños son un medio para propiciar el conocimiento de sí mismo y de aspectos de la realidad que en la vida de vigilia habían pasado aparentemente inadvertidos, y que el sueño subraya metafóricamente.

 - Quizás los sueños sean también un modo de comunicarnos los unos con los otros a través de un canal que no es la palabra, sino la confluencia mental más allá de la materia y de los límites témporo-espaciales (como lo veremos más adelante al desarrollar las distintas clases de sueños vinculados con la percepción extrasensorial).

-  Como lo señalan distintas disciplinas tal como el Yoga de los Sueños practicado por los tibetanos, tal vez los sueños también sean un modo de vivir experiencias tan válidas como las de la vida vigil, y que nos permitan avanzar en nuestro proceso de evolución hacia lo Trascendente. 

      Yo nunca sueño!: A decir verdad, ése es un enunciado imposible: todos soñamos, y no sólo uno, sino muchos sueños cada noche, los recordemos o no. El soñar es una función tan vital para el equilibrio psicofísico (sí, el soñar, y no solamente el dormir) que los experimentos en los laboratorios de sueño demuestran que una persona a quien se le privara de soñar, -aún durmiendo, pero impidiéndole entrar en estado onírico-, al cabo de pocos días (no más de tres) comenzaría a desestabilizarse física, intelectual y emocionalmente: labilidad afectiva, lagunas mentales, taquicardias, alucinaciones...

     Si cada noche tenemos varios sueños, entonces, ¿por qué no los recordamos? En principio, el olvidar los sueños es lo más común; esto significa que recordar los sueños es un logro evolutivo de la especie. ¿Qué es lo que esto significa? Que la Naturaleza (por llamarle de algún modo) proveyó a los mamíferos de ese mecanismo increíble que es la fábrica de sueños: gracias a él, cada especie al soñar ha ido elaborando la información obtenida en cada día y ha ensayado en sus sueños conductas que le serían útiles en la vigilia. Pero en los mamíferos no humanos, no está la capacidad de distinguir entre un sueño y la vida “real”, por lo cual si no olvidara sus sueños, al despertar obraría en consecuencia con lo soñado, como si la vigilia fuera una continuación del sueño que acaba de tener. Esto implicaría tomar decisiones equivocadas que atentarían contra su supervivencia (por ejemplo, soñar que su depredador ha muerto, y deambular como si en verdad no existiera!).

     Pero evolutivamente en los homínidos se desarrolló una nueva parte del cerebro: el lóbulo parietal que, entre otras funciones, permite articular la palabra y, con ella, el pensamiento racional. Así, el hombre pudo pasar al lenguaje su mundo onírico, y enunciar: Esto implica que los humanos, filogenéticamente estamos estrenando una habilidad no presente en el resto de los mamíferos: la de discernir el sueño de la vigilia y, con ello, poder a veces recordar algunos de esos sueños. ¿Por qué sólo algunos? Porque cada vez que dormimos tenemos varios ciclos de sueños (cada 90 minutos, por 20 minutos cada vez) y si recordáramos todo lo que soñamos sería una cantidad de información abrumadora para el sistema psicológico.
     Sin embargo, aún esos pocos sueños que recordamos nos traen la posibilidad de un paso evolutivo aún más complejo e increíble: ejercer la capacidad de interpretar y comprender nuestros procesos internos a través de la decodificación simbólica de esos sueños que hayamos podido recordar. Ése es un salto evolutivo que es privilegio exclusivo de nuestra especie (¡privilegio que vale la pena aprovechar!).


      Algunas sugerencias prácticas para recordar los sueños: Ciertas personas tienen una facilidad natural para recordar sus sueños, otras poca, y otras casi ninguna. Sin embargo, como la mayoría de las habilidades humanas, con el entrenamiento apropiado podríamos decir que casi cualquier persona podría ir aprendiendo a disponer de su memoria onírica. (El “casi” daría pie a otra larga disquisición, pues hay ciertos factores psicológicos y biológicos que a veces dificultan el recuerdo de los sueños, tales como la ingesta de ciertos psicofármacos o, yendo a lo psíquico, la correspondencia con un estilo de personalidad excesivamente autoexigente, ansiosa o controladora. Es su caso?).

      Como dijimos, en Oriente el trabajo con los sueños tiene muchas vertientes, y es una auténtica disciplina de autoconocimiento. En el mencionado Yoga de los Sueños, practicado en la cultura tibetana, por ejemplo, mediante ciertos ejercicios se busca desarrollar no sólo la memoria onírica, sino también la capacidad de autoobservación durante el sueño (sueño lúcido).

      Aquí va una breve guía sobre qué factores se pueden tener en cuenta para recordar los propios sueños (si bien cada uno de esto ítems, sabemos, requeriría de un tratamiento más profundo que excede el espacio del que disponemos aquí).

     Al ir durmiéndose, autoinducirse para recordar los sueños al despertar (esto hace alusión a prácticas de meditación y autoobservación que permiten vincularse de un modo más fluido con el propio Inconsciente).

     Al despertarse, quedarse quieto un momento antes de disponerse a la actividad del día, practicando la atención plena (esto es, brevemente explicado, observando los propios contenidos mentales sin automanipularse, sin juzgarse, simplemente atento a todo los contenidos internos, entre los cuales pueden haber remanentes oníricos).

     “Rebobinar” los sueños que puedan recordarse evocándolos desde atrás hacia adelante (lo cual facilita la afluencia de recuerdos)

     Si es necesario, “rastrear” las distintas áreas de su vida para ligar el sondeo con los recuerdos de algún sueño (afectos, trabajo, salud, etc.)

     El llevar un Diario de Sueños implica una metodología específica que facilita el hábito de recordarlos y, más aún, de poder desentrañar sus significados. Si no dispone de esos conocimientos, al menos tenga en cuenta que anotar siempre algo (imágenes, sensaciones, emociones...) es sumamente importante para comenzar a “lubricar” la memoria onírica. (Para ello, duérmase con un anotador o un grabador a su lado, pues el recuerdo de los sueños es rápidamente evanescente!)

     Hacer trabajos de elaboración en algún momento de la semana o del mes (ilustraciones, collages, comentar sus sueños con otras personas, etc.), a fin de familiarizarse con el lenguaje de los símbolos, propio del Inconsciente.

     Procurar despertarse dentro de los ciclos REM (a las seis o siete horas y media de dormir).

     Proporcionarse estímulos no tumultuosos antes de dormir (lecturas con imágenes, música suave, poesía, etc.).

     Procurar ser ordenado en la regularidad del dormir (cantidad de tiempo y horarios de sueño).



     Si no está habituado a prestar atención a sus sueños y prueba aplicar algunas de estas sugerencias, tenga presente que a algunas personas al principio la ansiedad les produce dificultades para dormir... o, paradójicamente, aún para recordar! Estos ejercicios muchas veces requieren de ajustes personales que tengan en cuenta las características propias del soñante o su situación vital particular. Y, sobre todo, como cualquier aprendizaje que valga la pena, necesita del suficiente tiempo y paciencia para consigo mismo (que nuestra cultura de fast food no nos enseña, precisamente, a cultivar!).


     Pero para quien practica con dedicación e inteligencia, el desarrollo de la capacidad de recordar y comprender los propios sueños se vuelve un modo muy peculiar de establecer un contacto amistoso y respetuoso para con el propio Inconsciente (y ya no sólo en relación a los sueños, sino a todo nuestro universo íntimo y sensible). Algo muy importante a tener en cuenta es que, desde este enfoque que reúne conceptos de Oriente y de Occidente, podemos decir que nuestro Inconsciente no es sólo el madrigal de nuestros conflictos y traumas, sino, mucho más allá de ello, es básicamente la fuente de otro tipo de sabiduría: la sede de nuestro Sí Mismo.

     Tengo claro, al compartirle toda esta información, de que se trata sólo de lineamientos generales para trabajar con los propios sueños, y que encarar este tema con seriedad y hondura requeriría de mucho más espacio del que disponemos.

     Nos iremos encontrando, entonces, para explorar este tema que, en lo personal, después de años de investigarlo no ha agotado mi interés y mi sensación de misterio ante esa inteligencia del Inconsciente.


© Virginia Gawel


Publicado por la revista Uno Mismo, Chile, 2009.

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