domingo, 3 de agosto de 2014

Ser nuestra autoimagen: Sustitutos de sí mismos?


Vale la pena preguntarse si conocemos a alguna persona real. Parece una pregunta extraña; sin embargo las personas reales no son las que más abundan. ¿Qué es una "persona real"? Así les llamó Lao Tsé hace miles de años a quienes se han convertido en quienes realmente son. Ésa es la raíz de la palabra “autorrealización”. Veamos...

"Volverse real" implica des-plegarse: hacer manifiesto, tangible, aquello que originariamente sólo está “plegado” dentro nuestro, en potencia: nuestros talentos y capacidades, lo que vinimos a expresar a este mundo... Pero hay otra acepción: "ser real" es, por contraposición, dejar de ser imaginario para sí mismo. En tanto no desarrollamos una identidad autocreada, asumimos ser nuestra autoimagen; entonces, imaginamos que podemos (cuando quizás podamos otra cosa, pero no ésa), imaginamos que no podemos (cuando sólo se trata de una creencia, un límite ficticio)... imaginamos que somos de determinada manera, (cuando tal vez eso que decimos "ser" es nada más que lo aprendido, lo condicionado); imaginamos ser como otros nos dicen que somos, y nos miramos en su espejo para ver quién responde a nuestro nombre; nos comparamos con las imágenes que vende la sociedad y procuramos ser como ellas dicen que hay que ser... Salir de la trampa de las imágenes se suele representar en el mito del Viaje del Héroe como un laberinto de espejos, en el que el protagonista de la historia vaga perdido, hasta que, sin dejarse engañar por ninguna de sus imágenes, va hallando la salida.


Millones de personas crecen, viven y mueren sin haber palpado ni un instante su identidad real: su identidad imaginaria es cada vez más imaginaria, y se vuelve un triste reemplazo de quienes vinieron a ser. De este modo, -es curioso- alguien puede terminar siendo algo así como un suplente de sí mismo, un sustituto de sí... tal como los dobles de riesgo reemplazan al protagonista de una película en ciertas escenas (sólo que en este caso ese doble puede que le robe al actor principal todo el guión!)

Pero también hay que decirlo: millones son los individuos que trabajan sobre sí para extraer desde sus napas más profundas el agua límpida de su verdadera naturaleza. Con constancia procuran observarse día a día para saber quiénes son; cortan las lianas que los atan, y trabajosamente se van des-hipnotizando de lo que les dijeron que eran; van afirmando su identidad en lo que perciben de sí mismos (no en lo que los demás digan). Ven su incompletud, y también su Belleza. Se ganan la potestad sobre sí, y ya no la negocian ni la delegan, nunca más, pues saben desde adentro esto: que la palabra “real” viene de “rey”; ser real es gobernarse a sí mismo, con gentileza y sabiduría, pues el rey interior no es el Ego: es nuestro núcleo más esencial, la porción del Todo que nos anima. Escuchemos cómo Lao Tsé describió hace siglos a las "personas reales", con válida constancia, porque él también lo fue:


"Están llenas aunque parecen estar vacías.
Gobiernan el interior, no el exterior.
Claras y puras, altamente sencillas,
no conciben la artificialidad,
sino que retornan a la simplicidad.
Comprenden lo fundamental,
abrazando el espíritu.
Contemplando la evolución
de los acontecimientos,
se ciñen a la Fuente.
Su atención está enfocada en el interior,
y comprenden la calamidad y la fortuna
en el contexto de la unidad.
Se mantienen en la simplicidad de la totalidad
y permanecen en el centro de la quintaesencia."

© Virginia Gawel

(Publicado por la revista Sophia OnLine en marzo de 2012.)

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