domingo, 3 de agosto de 2014

Volver a confiar

Al empezar a escribir estas palabras, te imagino leyéndolas. No sé quién has de ser, pero sé que estoy entrando en tu casa, y que tenemos muchas cosas en común. Imagino que una de ellas es ésta: el dolor nos ha demolido. Quizás por eso estamos buscando y buscando en las honduras de los días, entre los pliegues de los hechos, en los orígenes de todo lo que hacemos… El dolor es como un instrumento de percusión, y gracias a él escuchamos de qué material estamos hechos…

El punto está en desplegar talento como para autorrepararse y volver a confiar en la vida. Volver a confiar aun sabiendo que traerá novedosos o repetidos dolores: no hay garantías. Curiosamente, recién cuando asumimos ese riesgo dejamos de estar contraídos, defendidos. Quien conoce a una persona de espíritu libre verá que tiene una postura ante la vida que es audaz, prudente, y no-defensiva… y que en su biografía, sin embargo, pueden marcarse puntos de agudo dolor como mojones vibrantes… No obstante, esa persona lo que ha hecho esrenunciar a imponerle condiciones a la vida: Sí, Joseph Campbell, el querible mitólogo, decía que hay que llegar a un punto en el que uno acepta la vida bajo sus propias condiciones. No como “debería” ser, no como “nos mereceríamos” que fuese, no bajo lo que a nuestros ojos es justo… pues el juego de la existencia tiene un manual de reglamentos constitutivos cuyas cláusulas desconocemos. Es.

Los antiguos sabios de distintas culturas transmitían conocimientos del mundo interno no sólo a través de libros o en forma oral; también lo hacían diseñando de un modo simbólico algo que no podía quemarse (como un libro) ni acallarse (como una voz): los juegos. Así, desde el ajedrez a las barajas, desde las escondidas o rondas infantiles a los entretenimientos de mesa guardan códigos que le hablan al Inconsciente de quien los juega… le hablan sobre verdades profundas, que bien se expresan a través de la metáfora. Uno de ellos es el Juego de la Oca u otros similares; en la vida nos sucede algo muy parecido a lo que acontece en ese tablero: de pronto los dados giran y debemos retroceder tres casilleros; de pronto vuelven a girar y nuestra suerte es no poder mover la ficha (sólo esperar); y luego los dados (o lo que sea que los mueva) deciden caer propiciamente… y avanzamos varios casilleros cuando el juego ya parecía perdido. Retroceder o tener que esperar es difícil; sin embargo, resulta una de las materias indispensables a ser cursada si uno quiere graduarse de sí mismo.

Uno de los aprendizajes necesarios es, mientras la oscuridad dura, saber que voces internas nos dirán que “nunca más” volveremos a brillar, que “estar bien no es para nosotros”, que lo único que nos espera es más de esa misma oscuridad. No está “mal” que surjan esas voces: es naturalLo que nos hace mal es creerlas, porque generan como una hemorragia de vida, un drenaje gris por donde se nos va la fuerza… Si eso nos sucede necesitaremos de toda la ayuda posible para volver a confiar. Aunque nos tome tiempo, aunque sea difícil: es la única alternativa sana (pues la otra es autoembalsamar el corazón!). Precisamos todos los recordatorios posibles que nos mantengan despierta la noción de que la Belleza espera, agazapada, para sorprendernos de múltiples maneras; y que los dados volverán a girar posibilitando que nuestra ficha en el tablero avance nuevamente. Así lo dijo el querido Pablo Neruda, con su enfática voz parecida al rugido del mar, en su “Oda a la Vida”:

 

La noche entera
con un hacha
me ha golpeado el dolor,
pero el sueño
pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo
te levanto,
vida,
sobre mis hombros.

Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

Vida, los pobres
poetas
te creyeron amarga,
no salieron contigo
de la cama
con el viento del mundo.

Recibieron los golpes
sin buscarte,
se barrenaron
un agujero negro
y fueron sumergiéndose
en el luto
de un pozo solitario.

No es verdad, vida,
eres
bella
como la que yo amo
y entre los senos tienes
olor a menta.

Vida,
eres
una máquina plena,
felicidad, sonido
de tormenta, ternura
de aceite delicado.

Vida,
eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes
transformada en racimo.

el que de ti reniega
que espere
un minuto, una noche,
un año corto o largo,
que salga
de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte
sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague
a la desdicha,
que la rechace dándole
forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha
y se haga con ella
pantalones.
La vida nos espera
a todos
los que amamos
el salvaje
olor a mar y menta
que tiene entre los senos.


(Publicado en la revista Sophia OnLine en junio de 2013.)
© Virginia Gawel


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