domingo, 3 de agosto de 2014

Los tibios y los que fosforecen...


Cuando miramos hacia adentro y hacia afuera, vemos en toda su plenitud lo que llamamos “la Humanidad”. Todo lo que vemos, en distintas proporciones, lo tenemos en nosotros. Las proporciones son las que hacen la diferencia. Cuánto de amorosidad, cuánto de capacidad manipulativa, cuánto de coraje, cuánto de altruismo, cuánto de mezquindad… Mézclese todo eso (y mucho más): saldrá un ser humano. Y nosotros mismos somos cada día, a cada momento, una combinación variable de todos los factores que nos constituyen. Podemos elegir cuáles ejercer?Sí. Pero requiere de un arduo trabajo: estás dispuesto a hacerlo? Aviso tres cosas: 1) No es fácil. 2) Es lo más apasionante que uno pueda hacer en la vida. 3) Toda persona lo puede hacer, si tiene el suficiente anhelo. Pero hay unas en particular a las que más puede costarles: los tibios.

Cuando somos tibios es que, como un piano al que se le pisa el pedal de la sordina, la pasión por hacer que la vida tenga Sentido ha quedado constreñida, maniatada… Nos volvemos como una campana sujetada por su cuerpo y no desde arriba, sonando “tac-tac” en vez de “clin-clin”, -sonido para el que su badajo fue creado-. Nos contamos historias acerca de por qué no ejercemos la pasión: que nuestro padre, que nuestros hermanos, que cuando éramos chicos, que cómo está el país, que la gente… Ex-cusas.Qué significa esa palabra? Viene del latín excusare, y etimológicamente implica “poner la causa afuera”. Ups!

Por qué “tibios”? Porque en ese estado uno no se juega por ser frío o caliente, por tomar decisiones, por equivocarse con convicción para luego rectificar, por poner en marcha aquello en lo que cree, por plantar en la vida el retoño que tiene en la mano aunque no sepa a qué especie pertenece: ser su hortelano incorrupto, inamovible, certero, día tras día…

Qué características se ejercen para no ser tibios? La Psicología Transpersonal las estudió desde sus orígenes, y las presenta como pautas que determinan a los seres humanos que se autorrealizan (como decía el psicólogo Abraham Maslow). Esto es, que despliegan todo lo que son, y se vuelven reales, más allá de todo lo que imaginan sobre sí mismos o sobre el mundo. Uno no es real hasta que se juega en medio de la vida, hasta que planta su retoño, hasta que celebra su fruto (sea que caiga verde o se convierta en dulzura exquisita), sabiendo que lo principal no es el fruto, sino haberse convertido en un buen hortelano…

Los que no son tibios…

- Están dispuestos a deconstruir la imagen que tienen de sí mismos y la que los demás proyectan sobre él, pues se dan cuenta de cuánto tiempo y vida invirtieron en cuidar esa imagen (“el que todo lo da”, “la que resuelve sola sus problemas”, “el pobrecito”…). Al deconstruir la autoimagen la identidad se ensancha… y es posible que ya no quepa en la vida que llevábamos hasta entonces! Fuerza y coraje para deconstruir esa vida y construir la que realmente nos pertenece…

- Tienen fortaleza en su centro, -el cual es su verdadero eje-, como para afrontar dos circunstancias inevitables cuando se deja de ser tibio: la crítica de muchos y lafrustración. Ante la primera, evalúan si sirven, para no caer en la necedad; si no sirven, abrazan con premura este claro concepto: “Mi vida no es opinable”. Ante la segunda, vuelven el Ego poroso para que no sea esa parte interna la que decida una retirada o una renuncia; saben insistir y esperar, atentos a que el retoño sólo dará fruto luego de muchos brotes aparantemente fallidos (mas necesarios para que el retoño fortalezca su estructura antes de soportar el peso de los frutos en sus ramas).

- Su actitud ante los hechos señala su diferencia: sostienen su vigor (el cual la Psicología del Budismo señala como una condición indispensable para el Camino), el impulso creativo contenido por una voluntad cotidiana, sin arredrarse ante lo que asusta, sin achicarse ante lo que aplasta, sin aflojar cuando la vida nos estira, mas sin quebrarse cuando es necesario replegar las fuerzas y salir más adelante al escenario. No hay autovictimización, no hay el pueril despecho que le dice a la vida“Si es así, no juego más”. Sabe que se avanza y se retrocede (como en el viejo Juego de la Oca!), pero que en el tablero de su vida seguirá moviendo su pieza sin perder el aliento cuando le toque esperar.

Me gustaría compartirles este texto del magnífico poeta chileno Gonzalo Rojas, para ellos: para los que “aman y fosforecen”, como él dice… Va con mi abrazo!

 

Los verdaderos poetas son de repente:
nacen y desnacen, dicen
misterio y son misterio, son niños
en crecimiento tenaz, entran
y salen intactos del abismo, ríen
con el descaro de los 15, saltan
desde el tablón del aire al roquerío
aciago del océano sin
miedo al miedo, los hechiza
el peligro.

Aman y fosforecen, apuestan
a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos
y otras mil orejas, pero
las guardan en el cráneo musical, olfatean
lo invisible más allá del número, el
vaticinio va con ellos, son
lozanía y arden lozanía.

Al éxtasis
prefieren el sacrificio, dan sus vidas
por otras vidas, van al frente
cantando, a cada uno
de los frentes, al abismo
al martirio incluso, a las tormentas
del amor, Rimbaud
los enciende:
«Ella es reencontrada
Qué? La Eternidad.»

Pero la Eternidad es esto mismo.

© Virginia Gawel

(Publicado en la revista Sophia OnLine en junio de 2014.)

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