El Camino interno es como un laberinto con muchas puertas; algunas simulan ser la salida, pero sólo existen que desarrollemos una de las más preciadas habilidades: la de discernir; qué es real y qué imaginario, cuándo experimentamos Amor y cuándo un ilusorio enamoramiento, cuándo se dispara tal o cual mecanismo... Éste es el fundamento de toda sabiduría. En el Yoga se le llamaviveka:una Joya que se adquiere mediante la práctica de la autoobservación constante.
La Psicología Transpersonal señala que uno de los mayores peligros para el Caminante es la inflación psíquica o inflación del Ego: implica que los nutrientes destinados a que nuestro verdadero Sí Mismo se fortalezca y se despliegue, sean en cambio capturados por nuestro Ego, “engordándolo”. La resultante es lo que antiguamente se llamaba arrogancia espiritual (una buena expresión, pues significa “arrogarse cualidades superiores a las que se tienen”).
Lo peligroso es que el Caminante deja de esforzarse en ir hacia donde cree que ya ha llegado. De todas las ilusiones que perturban la objetividad, ésta es una de las más difíciles de advertir, pues deforma nuestra noción de nosotros mismos y de los demás. Necesitaremos la ayuda de un buen terapeuta, de alguien que nos sirva de espejo... o de la vida. Sí: cuando vamos por el mundo creyendo ser quienes no somos, la vida oficia de estrepitoso corrector, mostrándonos, tarde o temprano, nuestro verdadero lugar. Los griegos llamaron a la inflación del Ego hybris:desmesura en el orgullo de sí. Y decían que a quien la ejerciera, la diosa Némesis le presentaba eventos que le hicieran colapsar esa arrogancia.
Todos somos propensos a este sindrome. A veces se da de modo intrapsíquico, sintiéndonos íntimamente superiores a los demás, aunque no lo afirmemos, o ejerzamos una falsa modestia desde la cual el Ego mismo se defina como “solamente un canal de lo Superior”, saboreando lo “especial” de su condición. En otros casos, el Ego inflamado de “poder espiritual” adopta una actitud beatífica, se adorna con ideas y se proclama “maestro”, “sanador”, o cualquier otra definición similar; no sólo estará confundido, sino que ayudará a otros a confundirse, pues ese Ego necesitará quienes alimenten su narcisimo. Esto sucede porque la inflación psíquica se fundamenta en un sentimiento de carencia, de ser poca cosa, el cual busca compensarse a mediante un rubro difícilmente medible: el de la evolución interior. Si la persona tiene aún algo sano en sí misma, su Inconsciente le recordará su situación fraudulenta. Si no, el sujeto caerá en una verdadera borrachera egoica, encantado de su “contacto directo con lo Divino”. ¡Estará en serios problemas! Y vivimos en una época donde este sindrome abunda como la mala hierba en el campo incultivado.
Siempre que abordamos este tema en los alumnos se genera inquietud. “¿Y si me estuviera sucediendo, sin advertirlo?”. Sostener esa pregunta puede ser salvador. Nos impulsa para entrenarnos en el arte de conocer todos los mecanismos del Ego, de modo que no nos veamos envueltos en ellos sin tener conciencia estamos resbalando hacia padecer este sindrome. O bien advertir que, por temor a esa arrogancia, por el contrario, nos emepequeñecemos tanto que dejamos de realizar nuestra tarea en esta vida (lo cual también es un problema muy común entre los caminantes!) Trabajar sobre el Ego es la materia más ardua en el proceso evolutivo. Y a la vez, -les aseguro-, una tarea apasionante... §
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domingo, 3 de agosto de 2014
La inflación del Ego: Un riesgo en el camino
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