En Francia vive un monje Zen vietnamita, promovido para el Premio Nobel de la Paz por Martin Luther King Jr.. Su nombre es Thich Nhat Hahn. Poeta, activista por la no-violencia, maestro, su tarea es difundir un modo efectivo de ejercer la paz de manera realista en cada ámbito de la vida cotidiana, y, a partir de ello, que el ser humano pueda concientizarse para generar una paz mundial. No es una utopía: es un proceso. Por dónde empieza? Por mí. Si cada uno asume esto, algo sucede en la vida de ese uno. Y si sucede en la vida de ese uno, algo sucede también en la vida de quienes le rodean.
Una propuesta que Thich Nhat Hahn formula en su libro "Construir la paz" (entre tantas que son de aplicación en la cotidianeidad) es la de generar en la propia casa un “lugar de respiración”. Señala que en la mayoría de las casas de Occidente hay una “sala de estar”, sala para comer, a veces sala de juegos… pero ningún espacio para silenciarse. Y ese silenciarse… es vital! Ya sea que uno viva solo o acompañado, crear ese espacio puede hacer una enorme diferencia (sobre todo de actitud ante la vida, ante sí mismo, ante los otros…). Si no se cuenta con una sala, puede ser un rinconcito donde haya un almohadón o un sillón, algún objeto bello, quizás flores… Y (sé que no es fácil, pero vale la pena intentarlo), si se convive con otros, ese rincón necesita ser un ámbito de privacidad. Si alguien viene perturbado por los ruidos de la calle, entra a casa y, antes de relacionarse con los demás desde esa perturbación, toma refugio en el “lugar de respiración” y tácitamente todos los demás respetan ese momento. Allí uno se amiga con su respiración, observa los contenidos de su mente como si observara peces en una pecera… los deja ser… hasta que se van aquietando, acompasándolos con una respiración lenta, profunda, generosa…
Si alguien se pone ansioso, se angustia, se enoja y se da cuenta de que está a punto de maltratar al otro… va hacia el “lugar de respiración”, y allí se aquieta, vuelve hacia sí mismo, se reconcilia con su estado interno, amplía su conciencia… Y ese instante necesita del pleno respeto del otro, porque el otro también lo necesitará en algún momento. Otra sugerencia es, antes de empezar el día o antes de terminarlo, estar allí, en ese espacio, en silencio con el otro. Pues el silencio en plena presencia es otra manera de comunicarnos: respiro contigo. Reconozco que estás haciendo tu esfuerzo por ser. Siento que estás percibiendo el mío. Somos, en plena presencia.
Pero quizás no todos los habitantes de la casa adhieran a crear este espacio. Quizás uno tenga que generarlo aunque sea para sí mismo. Y así será necesario hacerlo.
En una sociedad tan llena de ruido, el silencio asusta; se lo siente como aburrido, mortuorio, hermano de la soledad no deseada… Sin embargo, cuando aprendemos ahabitar el silencio nos damos cuenta de cuánta presencia hay en él: la nuestra, la del otro… y más. El poeta Rumi, hacia el 1200, en un simple verso enunciaba:“Silencio: pídele a Dios que te informe”. Esa porción de Dios que está adentro, que constituye nuestra identidad esencial, necesita de ese silencio para expresarse en un sentir que en el ruido mundano rara vez tiene espacio. Y también desde ese silencio podemos sentir esa porción sagrada que es la identidad del otro, honrarla, reconocerla…
Un silencio amigo. Un silencio vital. Un silencio germinativo de todo lo que quiere nacer en nosotros y a veces no encuentra espacio. Un silencio que ordena lo que el mundo devasta. Crear espacio para ese silencio (adentro y afuera) es crear espacio para la Vida.
Comparto palabras del mismo Thich Nhat Hahn, que lo dice así:
“Todas las familias deberían tener un espacio de paz o sala de respiración, donde cualquier miembro pudiera refugiarse. En este nuevo siglo, es el momento de que todos tengamos un refugio real. Es importante tener un lugar para recuperarse, restaurar la propia paz y estabilidad. Cuando las Naciones Unidas se establecieron en Nueva York, estaba claro que dentro del edificio se necesitaba un centro espiritual y , por este motivo, se construyó el centro eclesiástico. En este centro hay una pequeña sala de meditación. Aunque no tiene una cruz o una estatua de Buda, es un lugar donde la gente se refugia y vuelve a sí misma, en silencio.
Una sala de respiración no tiene que ser grande. Incluso puede ser parte de otra habitación. (…) Simplemente necesitamos un lugar donde ir cuando no nos sentimos sólidos y pacíficos. (…) Me gustaría ver territorios de paz en las escuelas, los hospitales, las oficinas y las prisiones, áreas que nadie pudiera violar. La sala de respiración de su casas debería ser un territorio donde todos tuvieran inmunidad, donde estuvieran protegidos y seguros.
(…) Si la tensión aumenta entre Ud. y su pareja, su hijo debe tener la posibilidad de escapar. Sólo necesita decir: “Voy a a sala de respiración”. Considere que es una campana de la conciencia, que le ayuda a ser consciente de lo que está haciendo a su hijo o pareja. Apoye a su hijo parando lo que dice o hace; lleve la atención a su respiración y a su necesidad de restaurar la paz. Haga esto con amor.”
Y cierro esto que hoy quiero compartirles con un poema de Eloy Sánchez Rosillo que me parece particularmente bello…
ADENTRO
"En el más hondo adentro
de cada cosa hay un silencio puro,
un lugar muy secreto e inviolable,
donde la mano palpa un agua antigua,
un regazo caliente.
No se accede allí nunca
por los trabajos de la voluntad,
ni porque el corazón así lo ansíe.
Se entra por gracia viva de lo vivo,
por acorde animal con lo creado.
Quien consigue asomarse sin esfuerzo
-con naturalidad, con inocencia
que acata y que no inquiere-
a esa oquedad colmada
podrá escuchar un algo que no es ya
la sola cosa misma,
el lenguaje o el alma propios de ella,
sino el latido unánime, enigmático,
que une entre sí lo múltiple y lo mueve,
una respiración que alienta en todo
y quiere ser oída para ser."
© Virginia
Gawel
www.centrotranspersonal.com.ar(Publicado en la revista Sophia OnLine en junio de 2013.)
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