Ahora que estás leyendo estas palabras te pido que, sin quitar los ojos de las letras,te des cuenta de las imágenes que tus ojos perciben en la periferia del globo ocular; sí: estás captando mucha más información que la que capta tu visión focal(que es con la que estás leyendo). Hace poco me sucedió que, dando una clase virtual en mi notebook (para lo cual tipeo a mucha velocidad, procurando expresar mi pensamiento a los alumnos, hiperconcentrada), mi visión periférica percibió un rápido movimiento a la izquierda que me alertó de inmediato: era una enorme araña que se estaba por subir al almohadón sobre el que yo estaba sentada. ¿Cómo pude percibirla, si mi tarea requería la más absoluta concentración? He aquí la respuesta: el ojo humano está diseñado para captar en la periferia aquello que pueda atentar contra la supervivencia, mientras el individuo está abocado a cualquier tarea focal. Esto que sucedió ante la araña, acontece todo el tiempo. Y no sólo con el ojo, sino con todos los sentidos. Quizá te haya sucedido que, por ejemplo, mientras viajabas en colectivo, atento a tus pensamientos, a una lectura o al paisaje, de pronto alguien pronunciara algo que te es importante (el nombre de tu ciudad natal, el título de un libro que te interesa, o cualquier otra cosa), y tu atención fuera captada por esas palabras súbitamente, como si hubieras estado escuchando esa conversación ajena todo el tiempo. Esto es porque el oído también capta periféricamente. La implicancia psicológica de este mecanismo es que siempre percibimos todo. Veamos qué es lo que esto significa...
La Psicología Transpersonal nos dice que el Inconsciente tiene inteligencia propia: una inteligencia no-racional, compleja y hábil. En el fenómeno descripto, el Inconsciente recoge esa información periférica, junto con algunos "detalles"que la percepción focal registra, pero que conscientemente no advertimos. Esto funciona así: las impresiones llegan a la mente organizándose según un patrón de figura-fondo (en este instante, por ejemplo, tus ojos toman como figura las letras impresas, e ignoran el fondo de la pantalla; si prestaras atención a ese fondo, pasaría a ser figura, y dejarías de ver las letras). Así, parte de la información que percibimos es seleccionada como figura, y el resto queda como fondo al cual no se le adjudica atención consciente. Pero... el Inconsciente nada desperdicia: absorbe esa información y la archiva junto con los otros datos aportados por la atención periférica. También guarda micro-percepciones que duraron apenas segundos, por lo cual la conciencia no pudo advertirlas (sí el Inconsciente): pequeños gestos, un mínimo lapsus de quien te habla... ¿Qué sucede cuando frente a nosotros lo que está manifestándose es el engaño, la mentira, el secreto...? Lo percibimos, pero, si no lo advertimos conscientemente, queda disponible en la memoria del Inconsciente. Desde allí, pujará por manifestarse mediante de sueños, actos fallidos, síntomas... Nuestro Inconsciente tratará de avisarnos sobre lo que sabe, y nosotros, en la superficie, ignoramos.
“Secreto” significa “segregado”; alude a que eso tan guardado no tiene un sello hermético: de algún modo se segrega hacia el exterior, como el jugo de una fruta cuya cáscara está rajada. Y lo captamos con esa percepción subliminal del Inconsciente. Sabemos, intuimos... algo nos lo dice, pero no lo podemos concientizar. A veces porque es un secreto bastante bien guardado; otras, porque la información nos es muy dolorosa, y la vamos negando hasta el momento en que podamos asumirla. Y allí ocurre otro fenómeno notable: es muy común que cuando nos enteramos de lo secreto, así se trate de una información penosa, experimentemos paradójicamente un profundo alivio. ¿Por qué? Porque la información inconsciente que pujaba por ex-presarse (dejar de estar presa) ya no ejerce presión. Nos alivia saber que sabíamos lo que no sabíamos. Y aquí recurro nuevamente a lo que las palabras dicen sin que lo advirtamos: “enterarse” significa “volver a ser entero”; así nos sentimos al incorporar información de la que nos veíamos privados. Hacerlo, muchas veces requiere de valor. Y no mentir, no ocultar, no privar a otros de información que necesitan para su alivio, también puede implicar un acto de enorme valentía. Tal vez todo el trabajo que un ser humano pueda hacer sobre sí mismo vaya en esa misma dirección: volver a ser entero. Bendito el que se atreva. Así lo dijo el poeta Xavier Urrutia:
Pongo el oído atento al pecho,
como, en la orilla, el caracol al mar.
Oigo mi corazón latir sangrando
y siempre y nunca igual.
Sé por qué late así, pero no puedo
decir por qué será.
Si empezara a decirlo con fantasmas
de palabras y engaños al azar,
llegaría, temblando de sorpresa,
a inventar la verdad.
(Publicado en la revista Sophia OnLine, marzo de 2014.)
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