domingo, 3 de agosto de 2014

Arder: Un deber del Amor

Hay gente que tiene un escozor ubicado en cierta parte de sí que no está en el cuerpo: la necesidad de dejar una huella en el mundo. Pero no la huella de su ego (ser famoso, popular, conocido…). No. No es el ego el que les pica! El escozor les nace de la hondura, y tiene que ver con una palabra que acuñó Abraham Maslow, -uno de los padres de la Psicología Transpersonal-, que es metanecesidad: una necesidad que no tiene que ver con los asuntos elementales de la supervivencia, sino con el espíritu. Qué significa eso? Que la persona, racionalmente o no, se reconoce como parte de un despliegue más grande que su propia pequeña vida, y que siente que debe ser parte activa en ese proceso, para la evolución del Todo.

Una condición que tiene en común cualquier forma de cumplimiento de estas metanecesidades es que implican ejercer cierto tipo especial de pasión, y requieren concretarse en alguna modalidad de servicio.

La autobiografía más completa y más breve que yo haya leído la encontré en el poeta persa Rumi, del 1200. Cuatro palabras para describir su paso por este mundo. Cuatro palabras con un único verbo, en un único verso. Ésta es su autobiografía:"Ardí, ardí y ardí". Lo más maravilloso es que fue verdad, no sólo verso! ¿Cuál fue su combustible para arder de ese modo? Combustionaba lo ilusorio para que brillara lo verdadero; y ardía porque el experimento de vivir le resultaba un quehacer apasionado, comprometido con lo sagrado: era consciente de dejar que cada acto suyo dejaba una huella para los que vendríamos después. De hecho, somos nosotros! Nosotros ya estábamos para él en el 1200! ¿Están para cada uno de nosotros, en nuestras acciones cotidianas, los que nacerán para el año 2.800? El mismo lapso de tiempo. Pues cada acción tuya o mía va a incidir en ellos, no te quepa duda. Inclusive cada inacción (pues no hacer también marca el rumbo del futuro).

Si el planeta es como una nave que surca el espacio, esta nave no tiene pasajeros ni turistas: todos somos tripulantes, todos tenemos una tarea para hacer. Y es necesario hallarla para llevarla a cabo con ardor. ¿Qué pasa si no lo hacemos, si vivimos una biografía chata, mediocre, trivial? Algo dentro lo sabrá. Trataremos de tapar el vacío una y otra vez, pero lo no hecho tendrá peso: nos llamará de entre los pliegues del ensueño hipnótico, pronunciando nuestro nombre. Si lo seguimos desoyendo, generará una singular tristeza, de la que también Maslow hablaba: la tristeza de autotraicionarnos. De estar eludiendo un deber de amor; y, paradójicamente, sólo cumplir con ese deber nos hará sentir completos.

Autoempequeñecerse no sirve. Postergar no sirve. Hacerse el confundido por “no saber cómo comenzar” no sirve. Justificarse no sirve. Porque podremos convencer a algunos del mundo externo. Pero nuestro Sí Mismo, el núcleo de nuestro mundo interno, sabe. Y entre todo lo que sabe, sabe que estamos eludiendo nuestro destino. ¿Para qué eludirlo, si es lo único que nos dará contento, aunque implique esfuerzos? Esos esfuerzos siempre serán menores que todos los que inventamos para eludirlo.

Puede que no sepamos cuál es exactamente la huella que vinimos a dejar. A veces, en distintos tramos del camino, también a mí me sucede. Y cuando eso me pasa recuerdo la historia de una novia en un pequeño pueblo, en el que el sacristán era novato y había olvidado poner la alfombra por la que debía ella avanzar; cuando comenzó a entrar a la iglesia, recién entonces el ayudante se dio cuenta, y entonces empezó a desenrollar la alfombra a medida que la novia iba avanzando, paso a paso… Yo me ocupo de avanzar. Hasta ahora, la vida se ha ocupado de ir desenrollando la alfombra. ¿Avanzamos juntos? Que sea acompañados por palabras de la poeta nicaragüense Gioconda Belli…

 

Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oídos,
enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,
una historia que nacer
una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo:
Ahora podemos hacer el mundo
en que nacerá y crecerá
la semilla que trajimos con nosotros.

© Virginia Gawel
www.centrotranspersonal.com.ar
(Publicado por la revista Sophia OnLine, diciembre de 2013.)

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