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¡Cuánto mal puede hacernos entender mal! Y entender mal esta palabra podría conducirnos a desperdiciar lo mejor de la vida: “desapego” (en la Psicología del Yoga, Vairagya). Con frecuencia se la interpreta como “mantenerse al margen / no involucrarse emocionalmente”. Desde esta perspectiva, uno imagina su evolución cual si se tratara de andar por el mundo con sonrisa beatífica, movimientos gráciles y sin ser afectados por nada. ¿Y si no fuera así?
Te pido que imagines dos círculos concéntricos: el del medio representaría tu , (una porción del Todo que encarna para vivir la experiencia humana...). El periférico sería tu personalidad (los condicionamientos mentales, emocionales y corporales que vas adquiriendo en tu paso por el mundo). En la mayoría de las personas el eje de su identidad está desplazado hacia periferia: viven centradas en los dictámenes de su parte más externa, sin contacto con su real identidad. Pero quien trabaja sobre sí lo hace porque, consciente o inconscientemente, anhela que su eje retorne desde la periferia hacia el Centro: siente un Llamado desde su identidad originaria para que así sea!
Esencia
Cuando ejercemos el desapego es como si pegáramos un salto hacia nuestro Centro, y reconociéramos íntimamente que no somos esa periferia: nuestros pensamientos ni nuestras posesiones, nuestras emociones ni nuestros hábitos, nuestro cuerpo ni nuestros roles. Entonces... ¿qué somos? Somos ese Centro. Cuando la muerte advenga, lo que morirá será la periferia: lo que está sujeto a las leyes del tiempo y de la materia. Desde nuestro Centro podemos ver que, en la periferia, todo es impermanente: cambian nuestro cuerpo, nuestras opiniones, nuestros vínculos, nuestros roles... Desapegarse es un acto profundo por el cual re-ubicamos nuestro eje en lo imperecedero, y podemos soltar lo impermanente, dejando que la Vida haga.
Cuando lo hacemos, lejos de volvernos fríos y distantes (como esa errada imagen del desapego), tomamos conciencia de que la vida es más bien un juego, y que esa enorme cantidad de energía que estaba retenida en el aferrarnos (a nuestros afectos, a nuestras opiniones, a la imagen de sí, a la juventud o a lo que fuere), al desapegarnos queda disponible para vivirlo todo con pasión (o, como dice la Psicología del Budismo, con vigor): nos comprometemos con la vida desde otro lugar nuestro, mucho más libre. Podemos, entonces, ejercer nuestros roles poniéndoles lo mejor de nosotros, pero sabiendo que no somos nuestros roles; podemos emprender actividades sin estar sometidos al éxito o al fracaso, porque lo que importará será la experiencia, más allá de sus resultados; podemos brindarle cuidado y afecto al cuerpo, disfrutando de él tal como sea, pues sabremos que no somos el cuerpo; podemos cultivar vínculos que integren libertado con compromiso, porque íntimamente sabemos que el otro es tan dueño de su libertad como lo somos nosotros mismos...
© Virginia
Gawel
www.centrotranspersonal.com.arPublicado en la revista "Uno Mismo", año 2008.
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