domingo, 3 de agosto de 2014

La hipnosis de a dos (o más!)



“Con mi hermana, si discutimos por algo, dejamos de hablarnos durante meses... Es lo normal!”; “Mi marido es así: si llega después de medianoche no le gusta dar explicaciones”; “No: jamás hablamos entre nosotros de lo que sentimos, no tengo idea de qué le pasa”; “Ella no acepta ni que la toque ni que la bese... Es así!”.

Hay situaciones que se dan de a dos o más personas (en una pareja, en una familia, en un grupo, o en una sociedad) que funcionan como si los sujetos participantes estuvieran bajo una danza hipnótica: repiten patrones de comunicación que no son saludables, pero hay tal sobreadaptación a ello que se lo vive como “las reglas naturales” bajo las cuales vivir. Y sólo podemos darnos cuenta de que es así cuando “despertamos del trance”. Quizás todos hemos tenido vínculos en los que vivíamos como algo “normal” lo que luego, al paso del tiempo, advertimos que era tóxico, bizarro, dañino. Lo mismo a veces sucede cuando nos emancipamos y vemos algunos mandatos de nuestra familia de origen: en tanto estamos sumergidos en ella, funcionamos “en automático”, sin siquiera cuestionar que “las cosas sonasí”. Es más: los que pueden advertir, en cualquiera de los casos, que eso en lo que nuestra conciencia está atrapada no es sano para nosotros, son los demás, los que están fuera de ese “hechizo” (por llamarlo metafóricamente).

Cuando uno “despierta” suele reprocharse: “Cómo no me di cuenta antes!”. Y uno no se dio cuenta antes... por habituación. Así se llama al mecanismo de adaptación que nos permite elevar los niveles de tolerancia a lo incómodo para poder soportarlo y sobrevivir (como quien tiene que trabajar en un ámbito ruidoso, y a los pocos días ya no le molesta). Ese mecanismo tiene su raíz en el instinto: sentimos irracionalmente que debemos tolerar las condiciones imperantes, y para ello las asimilamos como “lo normal” (entendiéndose en este caso por “normal” aquello común, a lo cual se lo desprovee de toda condición de dañino porquesucede muy frecuentemente; su frecuencia, justamente, produceinsensibilización ante un hecho que alguien no-habituado no podría o no querría tolerar). 

El peligro está en la costumbre. Pues la costumbre es como el lugar que el agua del río encontró para ir llegando al mar: a fuerza de correr por allí, talla el lecho en la tierra... y por allí sigue yendo. Nuestro psiquismo funciona igual; de hecho, la raíz de la palabra “hábito” alude a aquello que define nuestro modo de “habitar” este mundo; y la costumbre es aquello que hacemos “habitualmente”. El problema es que, por ser habitual y por ser costumbre, dejamos de verlo; cuando viajamos a otro país, por ejemplo, aquellas costumbres que se diferencian de las del nuestro nos sorprenden; a sus habitantes no, claro! Una vez le pregunté a una amiga a quien visité en Alemania qué costumbres locales le habían llamado más la atención años atrás, al radicarse allí. Se quedó pensando y me dijo: “Mmmm... Ya lo olvidé! También yo me acostumbré a ellas.”

¿Cómo se puede salir de ese trance? A veces es con la ayuda de un terapeuta; a veces nos “despierta” un libro, un artículo, algo que la vida nos muestra; otras, es laautoobservación: el nivel de conciencia va desplegándose, y la persona empieza a poner en duda que eso usual sea saludable (ya se trate de algo que sucede en un vínculo íntimo, en un grupo de pertenencia o en su comunidad). Y un buen día... despierta! Y ya no acepta: porque ve. Y el hecho de ver genera un efecto increíble: empieza a “conectar piezas” a alta velocidad, comprendiendo de una manera integral lo que antes ni siquiera atisbaba. Ese “ver” es transformador.

Lo mismo sucede en nuestras sociedades: nos acostumbramos, por ejemplo, a que sea “normal” que un animal sea separado de sus pares y confinado de por vida para que los humanos lo veamos “de cerca”; y llamamos a eso “Zoológico”, y llevamos a los niños a “divertirse” y a aprender. Pero un día advertimos los ojos resignados de la elefanta, los movimientos estereotipados del tigre, los ojos tristísimos del chimpancé... y la compasión nos atraviesa: vemos. Y a partir de eso ya no nos parece “natural”. Entonces comienza un proceso de reelección, aunque vaya en una corriente distinta de como lo elige “la mayoría”. Comenzamos a tener pensamiento propio, porque vimos. Es más: puede que necesitemos, en lo social, tomar parte activa en un proceso de cambio para que los demás también “despierten del trance”.

Ver es, tanto en lo social como en lo más íntimo, el primer paso de empezar a cambiar: una revolución consciente. El comienzo de un proceso en el que nos podemos hacer dos tipos de pregunta: “¿Por qué? Pero también: “¿Por qué no?”

Como alguna vez escribió Bertold Bretch:


“No aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de desorden,
de confusión organizada,
de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural.

Nada debe parecer imposible de cambiar.”

(Publicado por la revista Sophia OnLine en febrero de 2013.)
© Virginia Gawel
www.centrotranspersonal.com.ar

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